Todos los años en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se realizan las semanas de las ciencias. Está la Semana de la Matemática, de la Física, de la Química, etc… Del 15 al 17 de mayo nos tocó a nosotros en la Semana de las Ciencias de la Tierra.
Yo participé en un stand; obviamente el dedicado a Cambio Climático. Junto con una compañera tuvimos que armar un poster en un par de días con los parciales aproximándose a toda velocidad. El público eran chicos de primeria o primeros años de secundaria (si mal no recuerdo) y la idea era centrarse en los impactos del calentamiento global en Argentina. Aprendí bastante sobre ese tema, del cual nada había leído y quizás en un futuro escriba sobre él. Este es el poster que quedó:
Hay varias cosas que se pueden mejorar, como la consistencia entre los gráficos o una mejor explicación del efecto invernadero. Para el año que viene procuraremos hacerlo más completo. De todas formas no creo que muchos hayan leído el poster; lo más importante era la presentación oral.
Como dije, el público eran chicos de primaria o secundaria. Venían con su escuela y hacían una visita guiada, veían un video y luego los soltaban en el patio central de la facultad donde podían pululear por los distintos stands. Había un esqueleto de dinosaurio, instrumentos de meteorología, demostraciones con un volcán y un pequeño tornado.
Algunos chicos, pobres, venían con tarea. Iban de un stand al otro con una lista de preguntas que les habían dictado tratando de fijarse en cuál preguntarla. “¿Cuál es la relación de El Niño con el Cambio Climático?”, me preguntaron unas 15 veces, fruto de que nuestro poster estaba en en el mismo lugar que la de El Niño y la profesora pensó que hablábamos de la relación entre ellos. La verdad que era un poco molesto y triste; lo que debería ser una oportunidad para explorar las cosas que más les interesaban y, con suerte, despertar la curiosidad científica, se convertía en una tarea repetitiva de ir lugar a lugar llenado un checklist. Por suerte no todos eran así. Había algunos que nos escuchaban con algo de atención y, en vez de tomar apuntes, trataban de entender los conceptos que tratábamos de enseñar e incluso a hacían preguntas interesantes.
El evento sobresaliente de todas la jornada para mí ocurrió el primer día. En uno de los grupos había una chica de 1º año de secundaria que tenía una mirada pensativa cuando le hablaba. Tomaba nota, hacía preguntas, se anticipaba a lo que iba a decir (aún cometiendo errores) y respondía a las preguntas que yo le hacía. En vez de una cara seria tenía una sonrisa de oreja a oreja y los ojos bien abiertos. Después de decir lo básico, les pregunté si tenían alguna duda. Todos dijeron que no (para zafar de otra explicación, seguramente) y comenzaron a amagar con irse, pero esta chica se quedó mirando al poster, pensando, como si quisiera aprender más pero no supiera qué más hay saber (o eso interpreté yo).
Le dije que, si quería, le podía comentar un poco sobre cómo sabíamos lo que sabíamos (¡la parte más interesante de la ciencia!) y me respondió que sí con una sonrisa. Le hablé sobre como la cantidad de CO2 emitido por los humanos era mayor del que efectivamente observamos, sobre los modelos climáticos e incluso sobre la huella isotópica del carbono proveniente de los combustibles fósiles. Le señalé que en el poster habían links a páginas de internet que podía visitar si quería aprender más y se las anotó en su cuaderno además de sacarles fotos con el celular.
No me acuerdo dónde lo leí o lo escuché, pero creo recordar a un maestro decir que para él esa mirada atenta y activa en los estudiantes es como una droga. Después de haberla experimentado, ¡no puedo estar en desacuerdo! Esa experiencia me alegró el resto del día y fue una lástima no encontrarme con más perlas como esa. Carl Sagan decía sobre la difusión de la ciencia que “cuando estás enamorado, quieres contarlo a todo el mundo”; y si encima podés contagiar ese amor, mucho mejor.