Empiezo el año con la resolución de postear en este blog con más consistencia. Y esto no es una promesa vacía sino una promesa ¡con gráficos! Esperemos que funcione.
La falacia Ad Hominem es una vieja conocida, un básico del pensamiento crítico e incluso para el público en general. Consiste en atacar a la persona en vez de a las ideas que defiende, cuando el carácter, historia, puntos de vista u otras opiniones no pesan sobre la validez de un argumento. Existen tres subfalacias que pude encontrar, aunque no existe una taxonomía universal.
- Los insultos y ataques personales irrelevantes a la cuestión entran en la categoría de ad hominem abusivo; se relacionan con la falacia del arenque rojo. Un ejemplo serían las numerosas referencias al maquillaje y vestimenta de Cristina Kirchner o las acusaciones de que gastó US$ 100.000 en zapatos.
- Los ataques que apuntan a las intenciones y motivos detrás de una persona son los argumentos ad hominem circunstanciales. Se relacionan con la falacia genética. Un ejemplo es cuando se acusa a los climatólogos de tener una agenda secreta para crear un gobierno mundial. Acá, además, estamos ante una premisa no demostrada.
- Finalmente, está el tu quoque, el famoso “vos también”. Que es cuando uno ataca a una persona porque no actúa según lo que predica o plantea inconsistencias entre sus opiniones y su comportamiento. Conservapedia (la infame y anticientífica respuesta a Wikipedia) comete esta falacia en el artículo sobre Al Gore en el que se lo acusa de tener un jet privado.
Esto es en cuanto a las características básicas de esta falacia. No hay mucho más que decir que no pueda leerse en otro lado por lo que voy a centrarme en algunas consideraciones más personales.
Cualquier hijo de vecina y su perro puede creerse que sabe pensar críticamente luego de aprender la falacia de autoridad y el ad hominem. Es muy seductor sentir el poder de desestimar lo que digan “los expertos” en pos de las propias opiniones apelando al “librepensamiento”. Ni el delirante que está en su sótano que cree haber refutado a Einstein como el adolescente rebelado que cree que sabe cómo solucionar el mundo van a responder bien a la realidad de que muy probablemente no saben de lo que están hablando. La apelación al Ad Hominem les brinda una excelente herramienta para sentirse inteligentes (¡es en latín!) y al mismo tiempo eliminar cualquier necesidad de demostrar su idoneidad.
Pero la realidad es que, como tantas falacias, ésta también tiene sus complejidades. Es trivial encontrar ejemplos en los cuales poner en duda la credibilidad, honestidad o calificaciones del interlocutor es perfectamente razonable.
- Durante un juicio oral al estilo Law & Order es perfectamente válido cuestionar las motivaciones de un testigo. El testimonio de un ex-convicto que recibe una reducción de la sentencia es claramente más sospechoso que el de alguien que al atestiguar termina incriminándose en algún otro crimen.
- La cláusula de “Conflicto de Intereses” que debe existir en los papers científicos es una respuesta a la preocupación (válida) de que un investigador que recibe fondos de una compañía que tiene interés en un determinado resultado sesge los datos y métodos (intencionalmente o no) para llegar a esa conclusión. ¿A alguien se le ocurre que no es importante notar que Andrew Wakefield, quien realizó el infame y retractado estudio que trataba de vincular la vacuna triple con el autismo, haya recibido dinero de una firma de abogados que tenía una demanda contra los fabricantes de la vacuna? ¿O que había tramitado una patente para una vacuna alternativa?
- Cuando alguien se autodenomina “experto” su persona pasa a ser un blanco válido de ataque. Lo mismo si alguien se ensalza moralmente. Si bien podría ser visto como un tu quoque, criticar la ostentación y extrema riqueza del Papa es perfectamente válido cuando éste habla de los males de los bienes materiales.
- Si bien en cuando se habla de falacias lógicas se dan ejemplos de silogismos muy simples, la realidad es mucho más compleja y los argumentos invariablemente tienen premisas ocultas, hipótesis auxiliares y muchas otras complejidades que hacen que no siempre sea evidente cuándo un argumento es válido. ¿Es válido la utilización de un modelo AR(1) para el análisis de registros climáticos o es mejor un ARMA(1,1)? No es razonable esperar que alguien que no sea del palo entienda esas cosas.
- Finalmente, también es razonable invocar los ad hominems cuando se trata de ámbitos que uno no conoce. Dudo mucho que una gran parte de la población pueda evaluar la prueba del último teorema de Fermat pero harían muy bien en desestimar a cualquiera que trate de convencerlos de que en realidad la prueba es incorrecta. ´
¿Cómo distinguir entre un ad hominem válido y uno no válido? No sé, pero está claro que hay casos en los que quién brinda la información sí es relevante a una discusión. El comentador anónimo que no quiere aceptar que lo que diga un pseudoastrofísico sobre la construcción de pirámides es mucho menos relevante de lo que sabe un verdadero antropólogo está abusando el concepto del ad hominem y la falacia de autoridad.
Conclusión.
Si bien el ad hominem no deja de ser una falacia, como toda falacia no deja de tener sus complejidades. Una breve exploración de los problemas con la definición clásica de falacia puede encontrarse en la Enciclopedia de Filosofía de Sandford. Esto no significa una defensa del ad hominem, como hace tiempo hacía un blog pseudocientífico. Si he dedicado tanta tinta y caracteres para notar las sutilezas es porque esta falacia es popular y conocida,