Si no hubiera muerto por una neumonía hace 15 años, fruto de una complicación de un síndrome mielodisplásico, hoy Carl Sagan estaría cumpliendo 77 años. Es una pena que una voz tan importante para la defensa de la ciencia y la lucha contra la ignorancia haya muerto tan joven. Aunque en realidad no importa a qué edad hubiera muerto, la mente curiosa de Sagan nunca fue vieja; nunca perdió la fascinación con el mundo y, más importante, la enorme energía y optimismo necesarios para seguir sosteniendo la vela en la obscuridad.
Sagan fue un científico, comunicador, activista y, sobre todo, un poeta. Hasta el día de hoy es difícil encontrar palabras más elocuentes que describan una verdadera “espiritualidad” científica. Pocos logran capturar y transmitir una cosmovisión científica rica y llena de significados profundos como él.
El deseo de estar conectado con el cosmos refleja una realidad profunda. Estamos conectados. No en la forma trivial que promete la pseudociencia de la astrología, sino en sentidos más profundos. Nuestro pequeño planeta está bajo la influencia de una estrella. El sol nos calienta, guía el clima y sustenta todo ser vivo. Hace cuatro mil millones de años trajo la vida a la Tierra
Parecería casi irónico que unos materialistas y racionalistas vean como significativo el cumpleaños de alguien que ya murió. Una especie de acto irracional en el que un día es particularmente importante porque la cantidad de vueltas que realizó la Tierra en su órbita con respecto al nacimiento de alguien es un número entero. Pero es la parte de nuestra naturaleza humana el ver patrones y encontrarlos significativos; y si uno va a celebrar la vida y obra de una persona importante, ¿por qué no hacerlo el día en el que su edad es un número entero en vez de un múltiplo de pi?
Sagan entendía muy bien esa naturaleza humana y la importancia de que las necesidades “espirituales” encuentren una respuesta dentro de una cosmovisión científica. Todos queremos encontrar un significado a nuestras vidas, explicaciones de cómo llegamos acá y qué va a pasar en el futuro. En el pasado esas preguntas sólo encontraban respuestas basadas en la superstición y el autoritarismo, pero ahora tenemos una herramienta que nos permite descubrirlas en base a la observación y el libre intercambio de ideas.
Pero la ciencia no es una panacea ni está libre de problemas. Sagan también entendía que el conocimiento es un arma de doble filo. Tenemos la posibilidad de enviar personas a otros astros pero también la de destruir nuestra civilización. Además de conocimiento y avance científico, necesitamos madurez y el desarrollo ético para aplicarlo correctamente. Podemos crear organismos genéticamente modificados que traen la promesa de plantas más resistentes y nutritivas para alimentar a una creciente población, y la de una guerra bacteriológica devastadora.
La aplicación del método científico nos provee con las herramientas; qué hacemos con ellas depende de nosotros.
Para terminar, nunca está de más escuchar al propio Carl:
(Imagen por geminica)