Monday 26 April 2010

Excusas católicas: revolución sexual y homosexualidad.

Las excusas y las lavadas de mano siguen siendo moneda corriente para la Iglesia Católica. Las técnicas que utilizan para borrar cualquier asociación con los casos de pedofilia y su encubrimiento parecen salidas de una máquina de hacer chorizos.

Ya hable del clásico “la culpa es de los miembros, no de la Iglesia en sí”. Si bien esto es técnicamente correcto (en el sentido de que una institución no realiza acciones sino a través de sus miembros), es incompatible con la idea de que la iglesia es elogiable por sus actos de bien.

Pero más curioso son los intentos de “externalizar” el problema. La idea es que el abuso sexual a menores y el encubrimiento de los abusadores son males de la sociedad en general, no particulares de la Iglesia. Esto evita los problemas del argumento anterior ya que no se basa en principios generales. El argumento es que en este caso en particular, en este momento en la historia, este problema particular es de origen social; puede ser que haya problemas de los que la Iglesia pueda ser culpada (digamos las cruzadas, la inquisición, el negacionismo científico en general, el aumento en la propagación del SIDA por la prohibición de los preservativos…) pero no este caso.

Este tipo de discurso se ve cristalizado en declaraciones como las del Cardenal Camillo Ruini:

Cuando la exaltación de la sexualidad invade todo espacio de la vida y cuando se reivindica la autonomía del instinto sexual de todo tipo de criterio moral, se hace difícil explicar que determinados abusos son absolutamente condenables.

Sí, leyó bien al Cardenal Ruini no se le ocurre ninguna razón para explicar por qué violar niños sería condenable (salvo la prohibición religiosa). ¿Después el secularismo lleva a la decadencia moral? Y este sentimiento, esta confusión es la que hace que el Obispo de Tenerife sostenga que

Si te descuidas [los adolescentes de 13 años] te provocan

Sí, leyó bien, al Obispo Bernardo Álvarez le provocan los adolescentes de 13 años. Una actitud parecida expuso el obispo de San Cristóbal al culpar a la pornografía y al libertinaje por el abuso infantil. Dice Felipe Arizmendi:

Es muy difícil para un sacerdote mantenerse casto y célibe cuando hay tanto incentivo en sentido contrario.

Sí, leyó bien al Obispo Felipe Arizmendi le cuesta contenerse y no violar niños. Pero estos tres ejemplos son probablemente injustos. Son tres casos de expresiones ridículas, quizás poco felices y seleccionadas deliberadamente por estos motivos. Estas palabras no reflejan necesariamente lo que piensa la mayoría de los curas o de los católicos laicos, aunque sí refleja las opiniones de sus dueños.

Una posición un poco más seria es la del psiquiatra Dr. Richard Fitzgibbons que en un tono sobrio y lleno de cháchara pseudocientífica psicoanaloide vincula la homosexualidad con la pedofilia. Este es también un tema recurrente en los medios católicos. Con esta táctica matan dos pájaros de un tiro: Por un lado, se libran de la condena social de sus seguidores; por el otro, encausan toda ese enojo y resentimiento hacia los homosexuales. Esto es, a todas luces y para cualquier con dos dedos de frente, una idiotez. Sin embargo, Fitzgibbons cita el estudio John Ray para sostener su tésis. En un muy buen artículo de Alerta Religión, Pablo Flores explica por qué esto es mierda: El estudio en cuestión dice exactamente lo contrario.

La mayoría de los abusos sexuales clericales a menores son sobre niños (masculinos). Esto no indica una orientación homosexual del abusador sino que es resultado de su acceso preferente a niños varones. Dentro y fuera de la Iglesia es común que un varón adulto abuse de niños varones y a la vez mantenga relaciones sexuales normales con mujeres.

La sexualidad humana es muy compleja (la realidad es complicada, ¡quién lo diría!). La homosexualidad, por ejemplo, no puede definirse sólo como “tener sexo con personas del mismo género” ya que en el comportamiento sexual influyen un montón de factores, Karen Terry (doctora en criminología del a Universidad de Cambridge) afirma que:

“Es importante separar la identidad sexual y el comportamiento. Alguien puede realizar de naturaleza homosexual pero no tener una identidad homosexual”-

La homosexualidad de los marineros en altamar es proverbial, pero también lo es tener una novia en cada puerto.

Si todo esto no es suficiente para eliminar cualquier intento de vincular la homosexualidad con el abuso sexual, ¿por qué no ver qué dice la literatura científica al respecto? Este artículo de la Universidad de California Davids en el que se explora la relación entre homosexualidad y abuso infantil concluye:

La investigación empírica no muestra que los hombres gays o bisexuales sean más propensos que los hombres heterosexuales a abusar niños. Esto no significa que los hombres homosexuales o bisexuales nunca lo hagan, pero no hay base científica para decir que ellos son más propensos a hacerlo que los heterosexuales. Como ya fue explicado, de muchos abusadores de niños no puede decirse que tengan una orientación sexual adulta; están obsesionados con los niños.